El mundo está cambiando a un ritmo vertiginoso, acelerado y confuso.

A la vez que hemos obtenido grandes avances en la ciencia, la calidad de vida y la tecnología, aparecen también nuevas enfermedades, se incrementa la confusión sobre el futuro impulsada por la disrupción tecnológica e informativa que está transformando nuestro modo de vivir, y aumenta la desconfianza entre las comunidades y con los otros. Adicionalmente, las agendas, causas e intereses que empiezan a movilizar a millones de personas en todo el mundo, son muy diferentes a las de hace pocos años.

Y aunque anteriormente las instituciones religiosas, políticas y económicas marcaban ciertas pautas sobre el transcurrir de la vida, la respuesta de muchas de ellas hoy, frente a los retos actuales. parecen ancladas en el pasado, resistiéndose a los cambios, trabajando de manera desarticulada y generando mayor confusión, división y desconcierto

El mensaje que las nuevas realidades están mandando, es claro: si no cambiamos el enfoque, las prioridades y los paradigmas para construir un nuevo mundo, la crisis aumentará.

Es decir, si los líderes no cambian, los cambian: o se adaptan y aprenden, o serán reemplazados por aquellos que sí lo hagan. Por eso, creo que no solamente se hace necesario pensar en un nuevo modelo de desarrollo para la humanidad, sino que los líderes, las organizaciones y los gobiernos deben adaptarse más rápido a esas nuevas necesidades y transformar su forma de abordar los retos y problemáticas

Desde esa perspectiva y con esta intención, he estado trabajando en el modelo del BioGobierno: un nuevo enfoque de gobernanza Integral que le apuesta a transformar la vida y mejorar la sociedad, desde los asuntos públicos y el desarrollo humano integral.

Donde se busca pasar de la concepción del biopoder y la biopolitica, de Michael Foucault, al Biogobierno, una mirada desde la cual creo que toda acción pública debe apuntar a que las personas y sus comunidades no solo busquen alcanzar su bienestar social, sino que el individuo logre potencializar mucho más su desarrollo humano integral, y a partir de ahí construyan una vida más sana, con sentido y en armonía con los otros, donde el conocimiento (educación), la Innovación (avances) y la cooperación (gobernanza), sean herramientas transversales para lograrlo. Considero que si las personas nos sentimos bien física, mental y ambientalmente; tenemos un propósito, sentido y oportunidades para vivir mejor; y logramos convivir con respeto, confianza y armonía con los otros, tendremos un mundo mejor

Por eso, la salud pública, las oportunidades sociales y la gestión de territorios sostenibles, aparecen como ejes centrales del laboratorio de innovación pública que estamos implementando y con el que buscamos transformar y reinventar las metodologías para acompañar a líderes, gobierros y empresas.